Negro asesino de la Vida y del Arte,
¡no matarás jamás en mi memoria
a la que fue mi gloria y mi placer!
C. Baudelaire: «Un fantasma». Las flores del mal.
Mi padre era médico y me contaba de niño cuentos y leyendas. A veces también me explicaba enfermedades y cosas de medicina. Recuerdo vivamente haber tenido una gran impresión cierta vez en que me habló de las personas que, con un miembro de su cuerpo amputado por accidente o enfermedad, siguen teniendo la sensación de que tal miembro perdido está ahí (una pierna, un brazo, dedos, etc.), pudiendo sentir que les duele, les pica, les roza la ropa u otras sensaciones. Después supe que tal afección se conoce en medicina como «síndrome del miembro fantasma».
Nuestra palabra «fantasma» es de etimología griega y significa literalmente «aparición», algo o alguien que se muestra de pronto, que se hace visible o que se manifiesta en un momento dado. A partir de ahí desarrolla sentidos afines como «visión», «imagen ilusoria», «prodigio», «hecho mágico o extraordinario», etc. Mi alumnado sabe lo que me gusta explicar el origen etimológico de esta palabra, cuya mayor frecuencia de uso en el griego antiguo se encuentra, precisamente, en la tragedia.
Pero no es este artículo un estudio semántico. Mi reflexión quiere ser bien distinta y se refiere a unos versos de la tragedia Agamenón de Esquilo, a su posible significado y al sentido que, a mi entender, se proyecta «vitalmente» de ellos. Nuevamente, encuentro en la literatura griega un reflejo de las grandes cuestiones de la existencia y, de este modo, me reafirmo en aquello que dije de que lo que expresa la literatura griega está en nosotros y en nuestras propias vidas. Véanse este y este ejemplo, entre otros.
Casi tres años después, quedará resuelta la primera de las tres piezas del rompecabezas.
Porque si se produce ese «síndrome del miembro fantasma» cuando una parte física de nuestro cuerpo se pierde, ¿qué nos sucede cuando lo perdido es un sentimiento que nos ha acompañado fiel y duraderamente? Si el cerebro echa de menos una parte del cuerpo, ¿qué echará de menos el corazón? ¿Sería lícito hablar del «síndrome del sentimiento fantasma»? ¿Y del «síndrome del amor fantasma»? ¿Seguiríamos experimentando sensaciones o sentimientos cuya principal característica es la imposibilidad? ¿Seguiríamos pensando que está ahí ese sentimiento, ese amor que fue parte de nosotros durante tanto tiempo? ¿Se resiste el corazón a abandonar el amor que un día sentimos por otro al igual que el cerebro niega la falta del miembro perdido?
El amor fantasma es como el miembro fantasma en medicina. Es un amor perdido que el corazón cree que aún posee. Es un espectro que no acepta su condición de abandono. Su naturaleza mítica reside en la imposibilidad de su desarrollo. Al igual que en el síndrome del miembro fantasma, se desarrolla unas veces con dolor y otras sin él. Se basa en la negación del reconocimiento de que hemos quedado desposeídos de una parte de nuestra propia esencia muy importante. La persona afectada no consigue aceptar una realidad que se le impone, turbándole y confundiéndole. Se niega a «dejar marchar». Los sentimientos de culpabilidad moldean hermosas ruinas en el alma, esculpen bellas estatuas de recuerdos y otorgan poder a la persona sobre la que se proyectan, en tanto hacen que naufague penosamente el que los experimenta. Y, sea como sea, ya no está Afrodita…
Tal vez, pensando en este «amor fantasma», escribiera Esquilo en su tragedia Agamenón estos versos (1):

Lo que traducido, viene a significar algo así como (2):
«Por nostalgia de la que marchó al otro lado del mar, un fantasma (3) parecerá reinar en palacio. La belleza de sus hermosas estatuas se hace odiosa al marido. En el vacío de sus ojos se esfuma todo amor»
Muchos y grandes filológos estudiaron este pasaje. Unos (P. Brumoy, V. Humboldt, Klausen, Welcker, Bamberger, Sewell, Conington, Paley, Dean Milman, L. Campbell, Wilamowitz, Platt, Murray, Denniston-Page) interpretaron que el «fantasma» era Helena; otros (Blomfield, Scholefied, Ahrens, Nägelsbach, Wecklein, Verrall, Plüss, Headlam, J. Bollack) que era «Menelao» (4). Ninguno pensó en que, posiblemente, ese «fantasma» fuera el amor.
Y ahora, tú que tal vez quisiste alguna vez con tanta intensidad como imperfección, tú que a lo mejor hubieses preferido sacrificar tu alma antes que infligir con tus errores daño alguno, tú que quizás entregaste lo mejor de ti mismo a otro tanto tiempo como el que puede durar una guerra o un regreso a casa; ruin, malvado, odioso, perverso, soberbio, cobarde, maldito te llamarán por haber amado con toda la fuerza de la que fue capaz tu corazón, y serás condenado a vagar, hasta que tu propia muerte te libere, por entre las sombras del gris laberinto de tu conciencia… como un penoso fantasma.
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(1) Son los versos 414-418. La tragedia desarrolla los acontecimientos que suceden en el palacio de Agamenón, caudillo de los griegos, tras su vuelta de la guerra de Troya, especialmente su asesinato a manos de su mujer Clitemnestra en complicidad con su amante Egisto.
El contexto de estos versos es el siguiente: el coro censura a Paris como violador de las leyes de hospitalidad (vs. 399-402) y a Helena como causante de la guerra entre griegos y troyanos y portadora de la deshonra para su marido Menelao (vs. 403-408). Se recuerdan los vaticinios que con lamentos exclamaban los adivinos del palacio (408-426), entre los que se encuentran el que subyace al de los versos que nos ocupan.
(2) La interpretación de este pasaje está reconocida como bastante oscura. El problema se trata (aunque parcialmente) en Díaz Tejera, A-Montero Arribas, G.: «Esquilo, Agamenón, 414-415″, en Corolla Complutensis in memoriam Josephi S. Lasso de la Vega. Madrid, 1998, pp. 147-153), artículo que no he podido consultar y, por lo tanto, ignoro las conclusiones de sus autores.
A continuación ofrezco algunas traducciones del pasaje:
R. Browning (The Poetical Works of Robert Browning, volume 13. London. Smith, Elder, and Co. 1889. Traducción ofrecida por Perseus)
«And, through desire of one across the main,
A ghost will seem within the house to reign.
And hateful to the husband is the grace
Of well-shaped statues: from — in place of eyes
Those blanks — all Aphrodite dies.»
H.W. Smith (Aeschylus , Ph. D. in two volumes. 2.Agamemnon. Ph. D. Cambridge, MA. Harvard University Press. 1926. ofrecidas en red por Perseus)
«In his yearning for her who sped beyond the sea, a phantom will seem to be lord of the house. The grace of fair-formed statues is hateful to him; and in the hunger of his eyes all loveliness is departed.»
J. Alsina (Esquilo. La Orestía. Barcelona, 1979)
«En su amor, llegará a creer que el espectro de la que está allende el mar reina en esta casa. La gracia de las hermosas estatuas se hace odiosa al esposo: de aquellos ojos sin luz ha huido todo encanto.»
B. Perea (Esquilo. Tragedias. Madrid, 1982)
«Por la nostalgia de la que está más allá del mar, parecerá que un fantasma reina en palacio. La gracia de las bellas estatuas le resulta odiosa al marido, y en el vacío de su mirada está ausente toda Afrodita.»
P. Mazon (Eschyle: Agamemnon, Les Choéphores, Les Euménides. París, 1993):
«L’amour le vent: seul le fantôme de celle qu’ est outre-mer semblera désormais commader dans cette maison. La grâce des belles statues n’est plus qu’ odieuse a l’époux: elles n’ont pas de regard, tout leur charme amoureux a lui.»
(3) Recordemos que existen varias versiones sobre la huída, rapto o marcha de Helena y Paris a Troya. También la tradición tiene más de un relato para la vuelta a Esparta de Helena con Menelao. Por otro lado, en la tragedia Helena de Eurípides, la propia Helena evoca su verdadera historia confesando que la diosa Hera fabricó un espectro de aire igual a ella que entregó a Paris. Así, por lo que los ejércitos griego y troyano lucharon durante diez años no fue otra cosa que una ilusión.
La interpretación más común de estos versos es que se refieren a Helena, tras su rapto (o marcha voluntaria) y a Menelao, su marido. Éste, desolado, con la mirada perdida, como un fantasma, y sin poder aguantar la imagen de desesperación que produce en él todo lo que le recuerda a Helena (sus estatuas, por ejemplo), imagina que ella sigue en palacio y que su amor le acompaña. Este pensamiento sería un «pensamiento fantasma», derivado de un «amor fantasma». También se interpreta ese «fantasma» como perteneciente a la figura ilusoria que Menelao ha formado de una supuesta Helena que aún se mantiene con él en palacio . ¿Quién es, por tanto, el fantasma? ¿Helena? ¿Menelao? ¿El amor?
(4) Fraenkel, E.: Aeschylus, Agammenon. II comentario. Oxford, 1998 (reimp.), p. 218.