Orfeo y Eurídice eran amantes. Una serpiente mordió en el bosque a Eurídice y la muchacha murió. Orfeo vagó desconsolado buscándola y no dudó en bajar a los Infiernos para recuperarla, a pesar de que sabía que quien entraba en los dominios de Hades, ya no podía salir de allí. Con los acentos de su lira conmovió a criaturas y almas de esos reinos, e incluso al mismísimo dios Hades, quien accedió a que Eurídice volviera con él. Pero hubo una condición: la muchacha caminaría tras Orfeo y él no podría mirarla hasta que no se hallasen en el mundo de los vivos. Muy cerca ya de la luz del sol, a Orfeo le traicionaron las dudas, las incertidumbres, los miedos, y quiso saber si Eurídice realmente lo seguía. Volvió la vista y contempló cómo Eurídice desaparecía como una sombra ante sus ojos. (Más o menos esto es lo que dicen las fuentes antiguas de este mito)
¿Se trata, quizás, de la historia de amor más enternecedora de la mitología griega?
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Para leer esta ficción literaria que he escrito, les pido que observen la imagen unos segundos. Después, pulsen el play del reproductor de la pieza musical y, mientras ésta suena, lean acompasadamente con la música el poemilla.
Requiem de cuerdas de Mime
Lamento de Orfeo
Maldigo el momento en el que no tuve la convicción necesaria.
Maldigo el momento en el que me dominaron la debilidad y el miedo.
Maldigo el momento en el que me olvidé de seguir confiando en tu amor.
Maldigo el momento en el que tuve dudas.
Maldigo el momento en el que miré atrás.
Ese momento fugaz en el que te perdí…
No puedo ya volver por ti allá donde Tú estás.
Ahora, de ti nada me queda.
Sólo tengo mi lira,
que llora sin consuelo tu ausencia,
como lloro yo, Orfeo.
A la Perséfone que perdí.