«Creo, sin embargo, que el público se compadece de Janet Leigh en el momento de su muerte».
Alfred Hitchcock en Truffaut, F.: El cine según Hitchcock. Madrid, 2016, p. 285
Buenas noches.
Son tiempos extraños y luctuosos. Hay que sobreponerse pronto y reconstruir en optimismo. Me pregunto qué puede aportar ahora socialmente un helenista, un profesor de Enseñanza Secundaria de Griego y de Cultura Clásica, aparte de hacer llegar un poco de candor y humanidad a su alumnado mientras les habla en una vídeo conferencia de Homero, de etimologías, de las fábulas de Esopo o los textos mitológicos de Apolodoro. Del alfabeto griego y su pronunciación, de «El aprendiz de Brujo» de Luciano de Samosata y del vídeo juego «The first hero» (para estar a la última en eso de lo que ahora se llama «gamificación», por más que estuviera inventado desde hace mucho). Y uno no puede evitar sentirse pequeño. Pequeño ante quienes -tantos profesionales, no solo del ámbito sanitario, aunque estos sean los más expuestos-, como falange espartana, mantienen la formación, la primera línea de formación, sin desmayo.
Ha pasado mucho tiempo desde que Jorge Luis Borges fue nombrado «bisabuelo» por mí mismo para el curso de 2º. de Bachillerato. Bisabuelo de cada promoción de estudiantes a quienes acompaño en su despedida de la Enseñanza Secundaria desde hace 18 cursos escolares. Después de una candidatura que ha durado más años de los que debiera, desde que empezara a postularse y a hablarse de ÉL en las mismísimas aulas de Griego II de 2º. de Bachillerato, hoy mismo, ex-aqueo con el maestro argentino y en conmemoración de los 40 años de su fallecimiento, Sir Alfred Hitchcock, Hitchcock, Hitch acaba de ser nombrado «bisabuelo» de la que ya, entre bromas, conocemos como «La Promoción Coronavirus» de 2º. de Bachillerato. Todo un acontecimiento.
Decía «ex-aequo», sí, porque si viviera Plutarco actualmente y escribiera sus Vidas paralelas, no habría de tener dudas en emparejar a Borges y a Hitch. Tal vez, dentro de ese título, se escondiera más bien un «obras paralelas».
Para empezar, ambos nacieron el mismo mes del mismo año, con tan solo unos días de diferencia (agosto de 1899). Y, aunque no he encontrado ni rastro en la bibliografía del «maestro del suspense» (y aseguro que he leído en los últimos meses una buena cantidad de los libros que la conforman) que nos ponga sobre la pista de un supuesto Hitchcock como lector de Borges, sí está bien documentada la predilección del argentino como espectador de cine por las películas de Hitchcock (1), especialmente, cómo no, por Psicosis, en donde el argentino veía una variante fílmica del tópico literario del doble, cuyo origen está en la historia mitológica de la usurpación de la imagen física del rey Anfitrión por el dios Zeus y en su continuidad en la comedia Anfitrión de Plauto, donde también Hermes, hijo de Zeus, toma el aspecto de Sosias, esclavo de Anfitrión.
María Esther Vázquez: -Las películas de suspenso tambien te gustan mucho. ¿Cuántas veces viste «Psicosis»?
Jorge Luis Borges: -Muchas en verdad. He sentido el enfermizo placer del horror, como lo siente todo el mundo, y me doy cuenta de que es una debilidad mía. Pero, en el caso de «Psicosis» me interesa la ingeniosa y a la vez patética idea de alguien que cree ser la persona que él ha matado. Es otra variación sobre el tema del doble, que es tan atractivo. (2)
…………..
María Esther Vázquez: -Esto me recuerda el tema del film «Psicosis», de Hitchcock, que muchas veces hemos comentado.
Jorge Luis Borges: -En ese film un muchacho mata a su madre. Luego guarda el cadáver y cree a veces ser su propia madre y llega a desdoblarse y a mantener diálogos con ella y, al final, la madre traiciona al hijo, lo acusa de haber cometido los crímenes que ella ha cometido. Pero la madre no sabe que ella es el hijo. Ese tema del desdoblamiento tiene raíces de superstición en muchos países. Tenemos en alemán la palabra Doppelgänger, y en Escocia fetch, que también es el doble y se dice de las personas que ven el «doble» poco antes de morir. (3)
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María Esther Vázquez: -¿Qué pensás del psicoanálisis?
Jorge Luis Borges: -Podría atreverme a decir que carece quizá de toda virtud curativa, que el psicoanálisis puede haber inventado hechos imaginarios pero, aplicado a la crítica literaria, es absurdo. Es absurdo psicoanalizar a Macbeth o a Hamlet. En cambio, el psicoanálisis es muy importante como estímulo para la imaginación literaria y -ya lo hemos visto en el caso de «Psicosis»- para la invención de películas fantásticas. (4)
…………..
Y en una entrevista concedida al diario español El País en el verano de 1983, dice:
«He visto Psicosis más de 10 veces, tantas que ya sabía cuándo tenía que cerrar los ojos para no ver la momia» (5). Además, Ángel Faretta (6) afirma en una entrevista que la última película que llegó a «ver» Borges fue «Psycho».
Junto con la fascinación que, al parecer, sentía Borges por el cine de Hitchcock, motivos fecundos en sus obras y de amplia exégesis acercan a ambos. Así, el tema del otro, del doble, antes comentado a propósito de Psicosis, del hombre equivocado, del hombre tras las apariciencias falsas, los desdoblamientos de personalidad de sus personajes, las escaleras que se alargan y conectan espacios cual laberintos. Los espejos, ¡ah, esos espejos!, que se emparejan con el motivo del doble porque duplican, triplican o multiplican falazmente a las personas. El jugueteo con el espectador-lector al modo de esfinges que propusieran acertijos o enigmas para ser desentrañados y la trama policial o detectivesca. El artificio, las pistas falsas y los caminos equivocados. El laberinto explícito y el ímplicito reflejado en la espiral, símbolo cósmico. La fascinación por los relatos de E. A. Poe.
Y, por último, el merecido premio que les fue negado. A Hitchcock, el Óscar de la Academia de Hollywood al mejor director; a Borges, el Nobel de la Academia Sueca.
Pero, a estas alturas, si algún clasicista ha tenido la paciencia de leer las líneas que van dando vida a este artículo, tal vez se pregunte dónde está el nexo de unión entre Hitchcock y un helenista.
Lamentablemente, no quisiera extenderme en demasía en la explicación. No es un blog el soporte adecuado para larguísimas disquisiciones teóricas. Tampoco quisiera, como en otras ocasiones, ser plagiado inadecuadamente por algún diletante, con más tiempo que yo para escribir, investigar y, probablemente, también más inteligente o, al menos, más listo.
Pues bien, en su reseña al libro de Mark W. Padilla Classical Myth in Four Films of Alfred Hitchcock (Lanham, 2016), Alejandro Valderde García destacaba de manera entusiasta que «…lo que todavía no se nos había ocurrido era que toda la obra artística del mago del suspense podía releerse desde la perspectiva de la tradición clásica. Esta es precisamente la gran novedad que aporta este estudio monográfico firmado por el profesor de Estudios Clásicos de la Universidad Christopher Newport de Virginia Mark W. Padilla»(7). Pues mira por dónde, a mí ya hacía tiempo que se me había ocurrido. Y no solo porque viera las letras griegas en las películas de Hitchcock y me resultaran las imágenes útiles para enseñar a mis alumnos el alfabeto griego.

(Paul Newman escribe la letra π en el suelo como señal de reconocimiento)

(Anotación del protagonista de «Cortina rasgada»)
Al igual que el profesor Padilla en el marco de su curso «Dial M for Myth» donde proponía a su alumnado «…una reflexión sobre el peso de la cultura clásica en la formación de Alfred Hitchcock…» (8), también yo planteaba en mis clases, pero ya desde finales del 2009 y principios del 2010, ese peso, influencia o huella de la cultura clásica en la obra de Hitchcock. Y mis alumnas (ese curso solo había chicas en el 2º. de Bachillerato de Humanidades) se quedaban estupefactas ante la escena del asesinato en la ducha de «Psicosis». Estupefactas de ver cine en blanco y negro y estupefactas porque la visión de aquella escena de la ducha, que a las generaciones anteriores nos había sobrecogido, a ellas las dejaba indiferentes. Los tiempos van cambiando.
Incluso cuando la vida me ponía a mí mismo en un pequeño argumento hitchcockiano como un falso culpable, como un hombre equivocado, como un detenido por error de la policía y me debatía por cómo salir de aquella terrible situación como Henry Fonda en «Falso culpable» (1956), encontraba el momento y urdía relaciones entre el director británico y la literatura griega antigua. No en vano una famosa película de Hitch, «Los pájaros» (1963) comparte exactamente el mismo título con una famosa comedia aristofánica escrita en 414 a. C. Y más aún, reflexionaba sobre quién había sido el inventor de aquello que Hitchcock llamó el «Mcguffin» y en Hollywood se le conocía como «Arenque rojo» (Red herring), atisbando la conclusión de que se trataba de una invención de Sófocles en su Edipo Rey.
Este método de análisis y estudio que practicaba se vio completado durante los años siguientes (2013). Así, señalaba ciertas «intertextualidades» entre algunas películas del maestro del suspense y ciertas tragedias griegas, especialmente el precedente de la puesta en escena de un asesinato en un cuarto de baño en el Agamenón de Esquilo (458 a. C.) y comparaba la técnica trágica para infundir el terror en el espectador por medio de la sugerencia de los acontecimientos y no de su visión directa con la celebérrima escena de Hitchock, icono universal ya del cine y de la cultura moderna. Veámosla una y mil veces más.
Por supuesto, he seguido profundizando en ese método de estudio y análisis del cine de Alfred Hitchcock.
Si, para finalizar, nos damos a uno de esos juegos de adivinanzas a los que le gustaba jugar a Hitchcock con el espectador, y a Borges con el lector, lean estos versos líricos del Agamenón de Esquilo (731-736, la traducción es mía), ya citado, e imaginen a qué personaje y de qué película del «maestro del suspense» pudieran aplicarse certeramente.
«…se empapó la casa de sangre,
inevitable dolor para sus moradores,
enorme ruina exterminadora.
De lo alto vino un sacerdote del crimen
criado en la casa.»
(Este artículo está dedicado al alumnado de Griego II de 2º. de Bachillerato de todas las promociones del I.E.S. El Calero a las que he impartido clase, desde la promoción 2008-09 hasta la de este curso, pero muy especialmente y, debido a las circunstancias, a la promoción 2019-20: a Alicia, Bianca, Carlo, Irene, Jerome y Paula)
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(1) Por ejemplo en la libro de entrevista de María Esther Vázquez Borges, sus días y su tiempo (Buenos Aires, 1984).
(2) Ibid. p. 97
(3) Ibid. p. 145
(4) Ibid. p. 157
(5) Jorge Luis Borges: «Empiezo a saber quién soy», entrevista realizada por Maruja Torres el 29 de agosto de 1983.
(6) Ángel Faretta es autor del libro Hitchcock en obra (2019).
(8) Ibidem