“No siempre es necesario conocer la mitología para vivir los grandes temas míticos. Bien lo saben los psicólogos, que descubren las mitologías más bellas en los ensueños o en los sueños de sus pacientes. Porque no sólo monstruos pueblan el inconsciente: dioses, diosas, héroes, hadas, también habitan en él, y, por lo demás, los monstruos del inconsciente son también ellos mitológicos, puesto que siguen realizando los mismos papeles que tuvieron en la mitología”
Mircea Eliade: Imágenes y símbolos. Madrid, 1955, pp. 13-14.
De un tiempo a esta parte, no sé por qué, me aburre leer. Y no puedo evitar avergonzarme. Me gusta el cine desde siempre y veo muchas películas, desde las consideradas obras maestras por la crítica hasta las de superhéroes. Confieso con pudor haber disfrutado más viendo Jonah Hex que El artista y la modelo (película en la que me quedé «ligeramente» traspuesto).
Hagan como que no han leído el párrafo anterior; voy a escribir ahora filosófica y profundamente.
Cualquier forma de arte, cuando enraíza en lo más hondo de la mente humana, encuentra su inspiración y refugio allí donde viven la fantasía, la magia, los símbolos, la irrealidad, la poesía. En las capas profundas de la conciencia del ser humano, el arte encuentra los mitos originarios, los rescata y, como dice Sábato (1), los reivindica para sí, mostrándolos, convirtiéndolos en modelos de un acervo universal.
La necesidad de una vuelta al tiempo de los símbolos y de una restauración del mito es algo consustancial al espíritu humano, por más que se intente reprimir por el racionalismo, la lógica y el pensamiento abstracto.
Mircea Eliade, nos dice:
“Todavía más: Hoy comprendemos algo que en el s. XIX ni siquiera podía presentirse: que símbolo, mito, imagen, pertenecen a la sustancia de la vida espiritual; que pueden camuflarse, mutilarse, degradarse, pero jamás extirparse. Valdría la pena estudiar la supervivencia de los mitos, condenados a cambiar incesantemente de apariencia, han resistido a esta hibernación, gracias, sobre todo, a la literatura”. (2)
Y al cine también, añadiría yo.
Un personaje de ficción o histórico se convierte en arquetípico cuando se asimila a cierto modelo mítico y su actuación a una acción mítica (lucha contra un monstruo o un tirano, búsqueda de un objeto o lugar mágico-religioso, liberación de una comunidad de alguna desgracia o amenaza que la aprisiona, el largo viaje de un hombre perdido, etc.)
Los mitos, la magia y los símbolos que desarrolló el ser humano desde sus primeros balbuceos nos siguen inspirando, concentrados con fuerza en el subconsciente. Pueden cambiar de máscara pero su función y significado siguen siendo los mismos. Veamos algunos ejemplos.
[Algunos contenidos redactados a continuación revelan la trama y la acción de las películas que se mencionan]
La piel que habito, Pigmalión y el mito del hombre creador
Rey de Chipre, Pigmalión se enamoró de una estatua que había esculpido. Pidió a Afrodita que le concediese una esposa como la estatua que había creado y ésta cobró vida.
En La piel que habito, un cirujano viudo que investiga cierto tipo especial de trasplantes de piel pretende vengarse de un joven al que cree el violador de su hija. Lo rapta y tras una serie de operaciones lo convierte en la viva imagen de su fallecida mujer. El cirujano terminará enamorándose de este joven, ahora transexual. Igualmente podemos ver en esta trama una variación del «Prometeo creador del ser humano», lo que nos conecta con la novela de Shelley Frankestein o a la de Wells La isla del Dr. Moreau.
Los juegos del hambre, el Minotauro y el mito del tributo humano
Adaptación al cine de la popular novela homónima de Suzanne Collins, la acción de Los juegos del hambre se sitúa en un país ucrónico llamado «Panem». Cada distrito del país, en castigo por una frustrada rebelión contra el poder establecido, debe entregar de entre sus jóvenes de 12 a 18 años a un muchacho y a una muchacha elegidos por sorteo como «tributos». Estos participarán en una especie de caza humana televisada cuyo ganador será el único que consiga sobrevivir.
Según el mito antiguo, el rey Minos de la isla de Creta impuso un castigo a la ciudad de Atenas, un tributo anual de 7 muchachos y 7 muchachas que serían encerrados en el laberinto para ser pasto del monstruoso Minotauro. Existe en Los juegos del hambre todo un juego de paralelismos simbólicos: hay un monstruo devorador de jóvenes que es el «Capitolio», organismo que ejerce el poder como estado totalitario y al que son ofrecidos los «tributos»; hay un laberinto, que es el lugar escogido para la prueba de supervivencia y un único ganador que, como Teseo, se convertirá socialmente en un héroe.
Argo, Jasón y los Argonautas, el mito de la búsqueda, del rescate y del regreso
Jasón es un héroe griego que reúne a una tripulación de héroes para marchar al lejano país de la Cólquida e intentar traer para un tirano el mágico vellocino de oro. A su llegada a ese país debe superar una serie de pruebas y, finalmente, consigue robar el vellocino de oro. Huye pero es perseguido por el rey Eetes y su vuelta se convierte en un peligroso viaje del que, finalmente, sale airoso.
La última película dirigida y protagonizada por Ben Affleck cuenta de manera bastante rigurosa un hecho histórico moderno. A finales de 1979, un agente de la CIA debe viajar a Teherán para sacar del país a seis funcionarios de la embajada estadounidenses antes de que sean detenidos por las fuerzas militares del país. Este agente viajará a Teherán haciéndose pasar por un productor de cine interesado en rodar allí una película de ciencia-ficción titulada «Argo». Su misión se inicia con muchos problemas políticos e inconvenientes logísticos de todo tipo, desarrollándose con múltiples amenazas y peligros.
Podemos vislumbrar en Tony Méndez, el agente de la CIA que protagoniza esta arriesgada misión, a un moderno Jasón encarando un viaje casi desde un extremo del mundo a otro, superando numerosos obstáculos y regresando por último con su «rescatada tripulación» tras sortear los peligros que le acechan en el país.
Recordemos que «Argo» es el nombre del barco en el que viajaron Jasón y los Argonautas. Su significado en griego antiguo es «rápido», la cualidad que se convierte en la principal premisa de esa misión para sacar de Teherán a los funcionarios. Se da la circunstancia de que en la película es citado en dos o tres ocasiones el mito de Jasón y los Argonautas por distintos personajes. Incluso hay explícitos «ecos clásicos» cuando asistimos al rodaje de la escena de una película fantástica en la que aparece el Minotauro. También hay una conversación de dos personajes en la que hacen alusión a Pegaso, a la guerra de Troya y al caballo de Troya.
¡Jó, qué noche!, Odiseo y el mito del náufrago
Se puede leer una interpretación completa de esta película AQUÍ.
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(1) Sábato, E.: “Reivindicación del mito” en El escritor y sus fantasmas. Barcelona, 1983 (3ª. edición)
(2) Eliade, M.: Op. cit. p. 11.