Ricardo L. Rodríguez., profesor de Enseñanza Secundaria de Griego. Blog dedicado a mis alumnos/as de Bachillerato, y a estudios de filología griega y tradición clásica. Alguna vez se colarán temas variados e incluso alguna historia personal.
Estimados/as alumnos/as de 1º. de Bachillerato: en primer lugar deseo darles la bienvenida al curso 2020-21 esperando que tengamos un año estupendo. A continuación les dejo varios enlaces en donde encontrarán recursos variados para estudiar, repasar y aprender bien el alfabeto griego.
Les doy la bienvenida oficial al Blog de las materias Griego I y Griego II de 1º. y 2º. de Bachillerato.
Les deseo un excelente curso escolar 2020-21 y espero que tod@s consigan sus objetivos personales y académicos. Asimismo, espero, como profesor de estas dos materias, responder a sus expectativas y no defraudarles. Yo estoy muy ilusionado después de tantos meses sin pisar las aulas.
Los primeros seis trabajos de Hércules se desarrollan en Grecia. Salvo el indigno trabajo de limpiar las cuadras de un rey, los otros cinco consistieron en matar o capturar a animales fabulosos o bestias monstruosas que asolaban un territorio y a una comunidad, trayendo muerte y ruina a sus habitantes.
Hércules mata al león de Nemea, a la hidra de Lerna y a las aves del lago Estínfalo. Captura al jabalí de Erimanto y a la cierva de Cerinia. Este enfrentamiento del hombre virtuoso contra la bestia infernal y símbolo del mal se convirtió en un arquetipo mitológico que se deslizó incluso en la tradición cristiana. Recuérdese, por ejemplo, la historia de San Jorge dando muerte a un dragón.
Encontramos en «Tiburón» (Jaws, 1975) de Steven Spielberg un desarrollo de este arquetipo mitológico (1): la lucha contra la bestia por un héroe (tres héroes, en este caso, que funcionan como una trinidad: tres en persona, uno en esencia). Pero no se trata de una bestia cualquiera, efectivamente. Merodea un monstruo fuera de su espacio. Instalado en el territorio de una comunidad humana, ataca a sus miembros, mata a algunos de ellos y los devora provocando la devastación y la ruina del lugar. Tal arquetipo mitológico ya había pasado antes de la novela de Benchley (Jaws, 1974) por el cuento popular en un cierto sentido. Es el mismo esquema argumental en líneas generales que el conocido El flautista de Hamelín de los Hermanos Grimm.
Los habitantes de la isla Amity se preparan para la próspera temporada veraniega cuando un tiburón de proporciones monstruosas aparace en sus siempre tranquilas playas matando a jóvenes, niños, adultos o incluso perros. La vida y la prosperidad de Amity quedan seriamente comprometidas. El cierre de las playas supondría la cancelación de la temporada de verano y la ruina económica de todo un pueblo. Los intereses económicos son puestos por delante de la salud pública por medio de la manipulación y la mentira políticas. Sobreviene entonces la tragedia. Y se repite así una historia de la mitología. Acabamos de experimentar un retorno al estadio mítico. El cine ha vuelto a rescatar y restaurar el mito (siempre lo ha hecho) porque este es consustancial al espíritu humano, como nos dice Mircea Eliade (2):
“Todavía más: hoy comprendemos algo que en el s. XIX ni siquiera podía presentirse: que símbolo, mito, imagen, pertenecen a la sustancia de la vida espiritual; que pueden camuflarse, mutilarse, degradarse, pero jamás extirparse.»
No solo han sobrevivido los mitos en la literatura, también en el cine. No se trata solo de influencias lejanas, casuales, o reconfiguraciones azarosas. Hay decenas, cientos de ejemplos. Algunos ya los he analizado aquí (3). Esos mitos han sido transformados en apariencia por necesidad y adaptados a cada tiempo, pero conservan la misma función y sentido que los vio nacer. Nuestro monstruoso tiburón de 1975 sigue realizando el mismo papel que miles de años atrás representaban el león de Nemea, la hidra de Lerna y las aves del lago Estínfalo. La historia nos remite a las de las primeras bestias invasoras y al episodio mitológico que consiste en «el intruso destructor» y «combatir al monstruo» (4).
Una vez más contemplamos cómo los símbolos y los mitos han cambiado de aspecto pero no de función y que el germen de la historia, en esencia, es la misma.
Como en otras ocasiones, la cita de Borges vuelve a convertirse en imprescindible (5):
«Cuatro son las historias. Durante el tiempo que nos queda seguiremos narrándolas, transformadas.»
El lector que desee profundizar en un análisis fílmico general de la película Tiburón (Jaws, 1975) de Steven Spielberg con puntos de vista referentes a la mitología griega (además del aquí explicado, también encontrará un comentario de la «hýbris» de uno de los protagonistas del film, el patrón del barco Quint) puede escuchar el programa de radio de Butaca de Cine, realizado por el ensayista Rubén Benítez y por mí.
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(1) Se trata de un guión cinematográfico que adapta la novela homónima de Peter Benchley.
(2) Eliade, M.: El mito del eterno retorno. Arquetipos y repetición. Madrid, 1982 (4ª. edición), p. 11.