POESÍAS MITOLÓGICAS
Posted by Ricardo en 3 junio, 2009
Siempre he pensado que éste es el blog que «administro», no que es «mío». Pertenece a toda la comunidad virtual: a los/as alumnos/as, a los/as comentaristas y amigos/as y sólo en parte a su administrador. Hoy me cabe el placer de recibir en él dos poemas. Uno, de la madre de un alumno de 3º. de E.S.O. de Cultura Clásica; otro, de un alumno de 1º. de Bachillerato.
La Sra. Paar es licenciada en Filología Clásica y muy aficionada a la lectura y escritura. Me enseñó uno de sus poemas de tema mitológico, le sugerí este marco para su publicación y aceptó.
El alumno David A.S. de 1º. de Bachillerato es, igualmente, aficionado a la lectura y a la poesía. Me habló de su gusto por escribir poemas y le animé a que escribiera uno para su publicación en este blog. El suyo es el segundo («Orfeo»).
He aquí los poemas.
Soy Ulises, Rey de Ítaca,
navego por el Mediterráneo,
charco índigo y sereno.
Mi dócil velero me obedece,
lame las olas plácidamente.
Pongo rumbo a mi amada isla.
¡Cuánto la añoro!
Isla multicolor con sabor a tomillo,
sembrada de olivos y viñedos,
plagada de cigarras.
Hoy la vida me sonríe,
me resulta bella,
por fin vuelvo a casa…
Esposa, Dulcinea mía, mi bella Penélope,
perdóname,
deja de tejer ya.
Esta vez, sí vuelvo.
Cierto, te he sido infiel
más de una vez.
Hermosas sirenas de escamas rutilantes,
cuerpos chorreando, centinelas orgullosas,
erguidas y esbeltas,
estrellas de mar plateadas,
gacelas acuáticas desafiando al viajero.
¡Ay, Calipso!, pérfida anfitriona,
labios anacarados, ojos ambarinos,
cabello revuelto poblado de conchas
¡Qué locura!
Perfume embriagador, esencia de higuera.
Esposa, Dulcinea mía, mi bella Penélope,
perdóname,
deja de tejer ya.
Esta vez, sí vuelvo.
¿Qué ocurre?
Algo extraño me está pasando.
Poseidón remueve su charca,
Eolo, compinchado, lanza su borrasca.
De repente, me veo sacudido en un mar enfurecido.
Mi velero, desbocado, ya no me hace caso.
Ambos intentamos resistir.
Luchamos y luchamos.
Mis dedos ensangrentados ya no dominan los cabos,
barlovento y sotavento se condunfen.
Ya entiendo:
los dioses han decidido vengarse,
saben que abandono a sus hijas.
Esposa, Dulcinea mía, mi bella Penélope,
perdóname,
deja de tejer ya.
Esta vez, sí vuelvo.
Fracaso absoluto,
trabucamos.
Mi velero entristecido se despide de mí
¡Adiós!, fiel compañero,
muchas millas recorrimos juntos,
te hundes y te hundes,
agitas tu viejo mástil.
Tu bandera deshilachada se ahoga
¡Qué horror!
Una tristeza infinita me invade.
Contemplo impotente la muerte de mi Socio,
un amigo, un cómplice, se me va.
Me siento a la deriva.
Esta vez sí, los Dioses me han traicionado…
Me encuentro
sumergido en un mar de dudas.
Las olas intentan engullirme.
Mis brazos frenéticos no dan abasto.
¡He decidido luchar!
Me enfrento a las olas.
Estas malditas gigantes se empeñan en devorarme…
Nado, nado y sigo nadando.
Las horas transcurren.
¿Cuántas?
He perdido la cuenta.
¿Qué importa sino mi salvación…?
Esposa, Dulcinea mía, mi bella Penélope,
perdóname,
deja de tejer ya.
Esta vez, sí vuelvo.
Oteo el horizonte,
mis ojos dibujan una esperanza.
¡No me lo puedo creer!
Por fin veo tierra.
De nuevo: aspavientos a tutiplén.
Mi vigor se vuelve a agilizar.
Ni sé de dónde saco fuerza.
Ya ni siento mi cuerpo castigado.
Es un simple envoltorio
que me llevo hacia la orilla.
¡Victoria!
Toco fondo, hago pie.
Fondo arenoso, delicioso y acogedor.
Ya no nado, soy una vulgar serpiente: reptando y reptando,
mis dedos ensangrentados se hunden en la arena.
Bendita orilla, te amo.
Eres mi salvación,
aquí me quedo, en duermevela.
Estoy salvado.
¿Dónde estoy, fecha y planeta?
¿Qué importa sino mi salvación?
Transcurren horas o tal vez días,
francamente no lo sé.
Mis ojos quemados no pueden más,
mis párpados pesan horriblemente,
un zumbido espantoso invade mi mente.
Prefiero hacerme el dormido,
mejor el muerto.
A lo lejos, adivino el ladrido de un perro,
lo estoy sintiendo, se está acercando.
¿Pero qué confianza es ésta?
¡Me está lamiendo la cara!
Su olor y su tacto me son familiares.
No me lo puedo creer, ¡es mi viejo perro!
Una alegría indescriptible me recorre el alma.
Un silbido; alguien se acerca, un muchacho
de cabello castaño y rizado.
Mi mente procesa.
¡Increíble, es Telémaco mi propio hijo!
¡Qué hermoso te has vuelto!
¿Cuánto tiempo llevo Yo fuera?
Poderío eufórico…
Mi gente, mi Isla.
Por fin, los Dioses se han apiadado de mí.
He naufragado en mi propia isla,
jugada del destino.
Zeus Todopoderoso, ¡gracias!
Te quiero…
Esposa, Dulcinea mía, mi bella Penélope,
perdóname,
deja de tejer ya.
Esta vez sí, he vuelto…
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«Orfeo»
Solo, mirando el silencio,
solo, escuchando el vacío,
buscándote, triste me pierdo
aquí en mi desierto baldío.
Noto una luz en mi espalda,
huelo el sabor del dolor,
odio la soledad amarga
ya que a todo roba el color.
No le tengo miedo a Plutón
¿No ves que no puedo arder?
No hay más fuego en el infierno
del que hay dentro de mi piel.
Hoy voy a ir al infierno
a por el amor de mi vida,
dormiré a Can Cerbero
con el sonido de mi lira.
Te pierdo por segunda vez.
¡Maldita desconfianza!
¡Maldita estupidez!
Hoy de mí te apartan.
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