He sabido que me andas buscando, muchacha de ojos oscuros, ondulado cabello y sonrisa de arroyo claro. Tengo ya la certeza de que sigues mis huellas, tras haberte amado mucho antes de escuchar los mudos rumores de este mundo tenebroso. También yo te he buscado y te he seguido, como un lobo que en el bosque sigue el rastro de sangre de una cierva herida, pero no he podido alcanzarte ni llegar hasta ti, puerto y refugio de mi vida. Sé que inscribes mi nombre en las rocas todos los días, mas los signos se borran, desaparecen antes de que los encuentre. No sé cómo decirte que te estoy buscando y que no puedo hallarte.
Ya no sentimos, no tenemos labios con que besarnos, ni manos con que acariciarnos, ni ojos con que mirarnos, ni tan siquiera alma con la que sentirnos; no nos queda vestigio alguno de sentido para amarnos. Somos sombras, los dos, sombras que vagan a destiempo en el oscuro Hades.
Sé que me estás buscando.
1-La fuente del relato de la mitología griega
Cidón, rey de Creta, tenía una hija llamada Eulímene a la que había prometido a Áptero, un aristócrata de la isla. De Eulímene se había enamorado otro joven, Licasto, que era correspondido por ella hasta el punto de que se veían y se amaban en secreto. Varias ciudades de la isla se sublevaron contra Cidón el cual consultó al oráculo, obteniendo por respuesta que aplacaría la revuelta con el sacrificio de una joven virgen. Tras sortear de entre todas las jóvenes vírgenes ese aciago destino, le vino a tocar a Eulímene que, con gran resignación por parte de su padre, fue preparada para el sacrificio. Licasto, antes de la inmolación, confesó sus relaciones con Eulímene con la intención de que la soltaran al no ser virgen, pero pareció al pueblo que precisamente por sus engaños la joven debía morir y, finalmente, fue sacrificada. El dolor se agudizó al comprobar los presentes que la joven llevaba en su vientre un hijo, fruto de sus amores con Licasto. Éste, destrozado por el dolor, vagaba errante por los montes, pero Áptero, el joven que estaba prometido a Eulímene, considerándose ultajado y humillado por Licasto, le tendió una trampa, lo mató a traición y huyó de Creta.
La fuente de esta historia es el relato «Sobre Eulímene» de la obra Sufrimientos de amor del mitógrafo Partenio de Nicea. Éste, a su vez, reconoce como antecedente de su relato la narración del mismo de Asclepiades de Mirlea en el libro I de su Historia de Bitinia (1).
2-La reflexión
Los nombres de los protagonistas son nombres parlantes. «Eulímene» significa «buen puerto, buen refugio» (aunque podría proponerse otra etimología, su significado carecería de sentido); «Áptero» significa «sin alas» y, figuradamente, «que no puede escapar, que no tiene libertad»; «Licasto» contiene la raíz de la palabra griega para «lobo» (lýkos) y la del verbo que significa «poner, colocar, estar de pie» (hístemi).
Mi relato tal vez podría haber aprovechado mejor las posibilidades de la etimología de los nombres y también el elemento dramático del hijo nonato de Eulímene y Licasto, pero he preferido centrarme sólo en la historia de amor de los jóvenes, marcada por la separación con la muerte de ambos.
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(1) Mitógrafos griegos. Edición de Manuel Sanz Morales. Madrid, 2002, pp. 125-126.